sábado, 5 de julio de 2008

Empiezo a dudar del maestro

Empiezo a dudar del maestro. Su primera contestación me sorprendió después de un largo silencio. El silencio es una forma sútil, no por eso menos dura, de decir:“it sucks”. El cuento se llamaba “Cromosoma X” y se lo había mandado pidiendo disculpas de antemano por mi atrevimiento, por la falta de técnia y preguntándole si podía darme una mano con los diálogos.
Frente a que pasaban los días, las semanas y no tenía respuesta, yo ya le había dado de baja. Claro, pensaba, debe ser complicado decirle a alguien que lo que hace es una “basofia”. Más aún teniendo en cuenta que el grupo es reducido, que todavía no conocé a las personas ni sus perfiles (con una clase semanal de dos horas y media no se puede profundiizar demasiado en la vida de cada uno) y, por ende, cómo pueden tomar cada comentario. Imagínese que pasaría si fuera una psicopata o una maniática depresiva. Un comentario y esta historia no la estaba escribiendo.
Un día, abro mi correo y me encuentro con un mail del maestro titulado “Excelente tu Cromosoma X” y un montón de signos de exclamación. Al abrirlo me encontré con sus disculpas por no haberme respondido antes, me contó los difíciles momentos que su familia había atravesado y luego se explayó en halagos. Entre ellos uno que decía “irreprochablemente correcto”. Incluso me preguntó si podía leerlo en clase. Todo un honor. En un segundo había pasado del fracaso a la gloria. Emocionada le conté a Nico, a mi madre y a una querida amiga que había tenido al maestro como profe. Ella quedó sorprendida, no porque dudara de mi capacidad sino porque los comentarios venían del maestro. Un renombrado y galardonado escritor uruguayo, con varias publicaciones en su haber y una reputación intachable.
Finalmente el mail culminaba con algo más vanal pero no menos importante que era el dinero. Me pedía que no me olvidara de llevarlo la próxima clase, que estaba atrasada con el pago. Este último parrafo despertó algunas dudas y sentimientos encontrados en mi interior. Confieso que por un momento sospeché de la sinceridad de sus palabras, pensé que respondía a que estaba atrasada con la cuota y estimulándome era una buena forma de mantenerme en el curso. No lo juzgo, cada uno hace lo que puede. El grupo es reducido y hay que bancar el costo de vida hoy en día.
Al final le dí y me dí un poco de credito, pero prometí estar alerta a futuros comentarios. Es decir, si cada vez que le mandaba un cuento recibía una lluvia de halagos, algo tenía que andar mal. Vamos a entendernos, la que escribe soy yo, la inexperiente y carente de técnia, no una novel.
La cuestión es que su mail me estimuló y le envié otro cuento llamado “Los problemas afuera”. El siguiente miércoles, abrí el correo y me encontré un mail del maestro que decía en el asunto: “Muy impresionante”. Mi corazón empezó a latir, quede fasinada con su palabras, hablaba de talento y otras tantas adulaciones. Por un momento me emocioné hasta que caí en la cuenta que era 1 de julio y debía llevarle la plata de la cuota. ¿Será esta su forma de no perder alumnos en el viaje?