La luz blanca del quirófano se encendió. Hacía frío, estaba acostada, rodeada de personas con gorros en la cabeza y mascarillas que cubrían sus caras. Miraba fijo la luz blanca, fría y penetrante, tenía el cuerpo adormecido y escuchaba una voz lejana que me decía: “Quedate tranquila, vas a estar bien...”.
Era medianoche cuando entre a la sala de emergencias, tenía un fuerte y persistente dolor en el pecho, justo al lado del corazón. Sólo quería que me lo extirparan. Me faltaba el aire, me comprimía el tórax y mis ojos eran como dos cataratas de agua sin muro de contención. Las lagrimas salían con fuerza, erosionado y agrietando mis pómulos, como los discos de un arado que se introducen en la tierra separando los terrones.
Una enfermera se acercó, me sujetó del brazo y acompañó hasta un consultorio. Me pidió que me sentara y aguardara al médico que enseguida llegaba. Fue terminar de hablar que apareció el doctor de guardia y comenzó ha hacerme una serie de preguntas. Al verme desahuciada salteo las preguntas protocolares y fue directamente al grano: “¿Dónde te duele?”. Con la voz entrecorta y apretando fuerte mis manos sobre el corazón, le indiqué: “Acá... siento que me desangro. Por favor, sáquemelo.”
Hoy desperté con miedo. No sé cuánto tiempo pasó desde aquel día. No sé si estoy despierta o dormida. No sé si estoy viva... Tengo miedo de abrir mis ojos, tengo miedo de gritar y que nadie me escuche. Tengo mucho miedo. Respiro profundo, apoyo mis manos sobre el cuello y con los ojos cerrados comienzo a deslizar las puntas de mis dedos desde el cuello hasta el abdomen. Una y otra vez, recorro mi pecho buscando alguna señal de aquel día. Mi respiración se agita al no encontrar heridas. Entreabro los ojos, miro por debajo de la remera y corroboro lo que suponía, no hay marcas de aquel día. “Pucha digo, se me fue la vida”.
De repente, al escuchar el ruido de un teléfono celular sonar impertinentemente, abro mis ojos y rápidamente me incorporo. En el display del celular leo: “llamada perdida”.
A veces me duele el pecho y me cuesta respirar, a veces extraño algo que tenía o creí que tenía.