martes, 17 de noviembre de 2009

Dieciséis pisos

Dieciséis pisos es la distancia que tengo para pensar los temas que quiero hablar en mis 50 minutos de terapia, o, cuando el ascensor baja, para re-acomodarme para volver a la realidad. En dieciséis pisos mi alma tiene que volver al cuerpo. Tengo que secar mis lágrimas, llenar los pulmones de aire, desenterrar mi mentón del pecho, erguir los hombros, ponerme los lentes y, una vez que las puertas se abren, saludar al portero como si nada hubiese sucedido. Él lo ha visto todo a través del monitor.

Ayer cuando estaba por subir al ascensor, escuché una voz de una señora mayor que me grita: “muchachita, muchachita...” y me hace señas para que la espere. Le pregunto “¿a qué piso va?”. Y me responde al “Dieciséis”. Teníamos un largo viaje por delante. Personalmente no me molestan los silencios, podríamos haber llegado al piso dieciséis sin más que un “buenas tardes” y un “hasta luego”, pero la señora quiso hablar y yo no me negué. Era un día de primavera y yo estaba de buen humor, muy simpática y agradable. Comenzó a charlar acerca de lo lindo que estaba el tiempo, clásica conversación de ascensor o parada de ómnibus. Realmente era un mediodía primaveral. Yo le manifesté mi deseo para que el clima se mantuviera así el fin de semana, pensando en jugar al tenis. Ella me comentó que su estación favorita, era el otoño. Yo la apoyé, y le dije que el otoño también era muy lindo. Volvimos al presente, al día soleado, y así muy sonriente la doña me tiró: “lindo para el matrimonio”. Yo acentué con la cabeza, mientras pensaba rápidamente la asociación entre césped, sol y matrimonio, y le dije: “lo dice para coger al aire libre”. Llegamos al piso dieciséis, nos bajamos sin saludarnos.

Ahí, parada en la puerta estaba esperándome Ale, lista para escucharme hablar del matrimonio que no funcionó, los papeles de divorcio, los proyectos truncos, mi sensación de soledad, mi incapacidad actual de proyectarme, mi tristeza por la/s Maca que ya no están....

Y de vuelta estoy frente al ascensor. Dieciséis pisos tengo para re-acomodarme, colocar mis armaduras, y volver a trabajar.