viernes, 16 de mayo de 2008

Día de pago

Era un día de pago como cualquiera en Eduardo Acevedo e Isla de Flores. Estaba soleado, si bien en nuestro cubículo no entraba un rayito de luz, nuestro espacio era como eternamente invierno. Eran las 9 am pero parecían las 19hs..

El policía que todos los 10 de cada mes custodiaba administración, llegó en hora, lustrado, perfumado con Colebert Noir y bronceado. Su camisa azul de manga corta estaba desabrochada, luciendo su pecho recién depilado y su nuevo rosario.

Desde el mediodía las promotoras desfilaban por la agencia, preguntando con trompita (labios inyectados en botox), mano en la cintura, pelo rebajado y cara de asquito: "dónde queda administración". Al guardia de seguridad se le iban los ojos al ver a las chicas con sus chupin y pelo planchado. Resolpaba, sujetaba fuerte su canana y acomodaba sus lentes espejados que tenía en su cabeza, pobre ya no sabía que hacer con sus manos. Ni hablar los obreros que se empesinaban en no terminar la reforma con total de seguir trabajando en lo que ellos denominaban "paraíso".

En esos días estábamos bajo polvo, dándole un lavado de cara a la agencia. Cambiando las paredes amarillas y zócalos marrones por paredes blancas y splashs de colores. Ellos sentían que la agencia era como la mansión de playboy, las promotoras las playmates y David una especie de Hugo Hefner.

De repente se escucha un portazo en la puerta de entrada. Un promotor con un poco de sobrepeso y barba de varios días, entro abruptamente al despacho de David reclamándole por daños y prejuicios morales. Estaba vestido de pantera rosa y con un revolver de juguete en la mano. Claro, lucía un tanto ridículo tomando en cuenta su tamaño. Con sus ojos inyectados en sangre y su voz entre cortada, gritaba que los niños se burlaban sin cesar de él, que los perros no paraban de ladrarle y los adolescentes lo picaneaban por la calle al confundirlo con Barney. Como si fuera poco, las veteranas le gritaban "pervertido". Atónito frente al reclamo, David se quebró en llanto y se refugió en su órgano Yamaha. Empezó a tocar sin parar tres acordes y a rezar el siguiente estribillo: "yo no soy el dueño de la verdad, yo no soy el dueño de la verdad".

Al develarse tal misterio, la agencia completa entró en pánico. Natalia (la recepcionista) liberada comenzó a correr por los pasillos, con el pelo suelto como una leonina, gritaba "llegó el fin". Con los ojos desorbitados miró hacia dentro de nuestro departamento buscando atención. Se arrancó la camisa con las dos manos, sacó la lengua obscenamente y apoyó sus pezones en la ventana. De la nada apareció un pequeño topo que la cazó por detrás, era su amigo el expromotor. En ese preciso instante se trenzaron contra la pared.

Oma (planner) frente al caos, bajó en busca de ayuda. Cuando quisimos acordar, estaba bailando en ronda con los vecinos umbandistas descalza y con una gallina descogollada en la mano. Entre rezos y murmullos, se podía escuchar que le pedía a un ser divino por la salvación de la agencia.

Como si todo esto fuera poco, Anina (administración) comenzó a bailar y cantar a grito pelado un tango. Pelo su vaquero y vestida con una mini de cuero con medias de red y tacos aguja, tomó a José, el obrero, y comenzó a deslizar su pierna. José calladito, sin tartamudear, intentaba seguir su ritmo, al tiempo que pensaba “pero muerto, pero muerto”.

De repente, vemos que Vicki sale del departamento de cuentas lookeada de indiecita. Una vincha con dos plus sujetaba su blondo cabello. Al ver a Shrek parado en la otra punta del corredor, empezó a correr en cámara lenta como en una nube. Un metro antes de llegar a su enamorado, saltó con las piernas abiertas de par en par y se trepó en su falda. Al mejor estilo perreo, de los bailes peruano.

C quebrada al ver a David, le confesó su amor. A gritos le pidió "hazme tuya, hazme tu mujer". Pero él permaneció encabronado con su órgano Yamaha, o al menos prefiereó hacerse el sordo frente a semejante proposición.

Minutos más tarde Janine se descalzó. Rezando, empezó a girar sobre el mismo eje, con los ojos cerrados y brazos abiertos.

Las promotoras histéricas no paraban de gritar, correteaban para un lado y para otro. El 2 22 con ojos libidinosos les decía: “por aquí”, conduciéndolas a la buhardilla. Mongueto (el promotor ascendido) al ver la escena, fue atrás de ellas como perro alzado. Murmuraba "esto me recuerda el verano del 1997 cuando era promotor".

Nosotros seguíamos en nuestro departamento esperando que todo calme, o al menos que un ovni se apiade de nosotros y nos abduja de este lugar.