Hay veces que siento el fuerte deseo de que implote todo a mi alrededor, salvando a mis seres queridos y lugares preferidos. Para eso estuve desarrollando la idea de un refugio, mi casa sería el lugar de reunión. Debería establecer una red de llamados como para que todos asistan en tiempo y forma, o tal vez sea más fácil pedirle al ovni que suele abducirme frente a una emergencia, que abdujese a mis seres queridos de sus lugares y los traslade al refugio.
Por otro lado, me aseguraría de tener agua, víveres, Internet, cable, dvds, coca Light, frutas y verduras, medallones de menta (a nico le encantan), aceite de oliva, aceto y un buen vinagre de vino o manzana, alimentos no perecederos, frutos secos, semillas de girasol, lino y pipas, mostaza en granos, pimienta de 5 bayas, pan de 5 semillas, esas clásicas latas de conservas de pulpo y mariscos que venden en los freeshops, leche larga vida, yogur, algún queso rico, nescafé, chicles y caramelitos sin azúcar para combatir a ansiedad, productos de tocador, más alguna otra cosilla que seguramente me estoy olvidando. A propósito, unos amigos que viven en México y que fueron sacudidos por el terremoto del ´85, me comentaron que es imprescindible tener velas por si llega a ver un apagón, radio de pilas y pilas para recarga.
Desde que este pensamiento se volvió tan recurrente, le encargo a todo viajero una lata, chocolate, té Twins o bebida del free shop y me aseguro de recordarle mi dirección al platillo volador .