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Querer es poder
“Querer es poder”. Desde que salimos del vientre materno, escuchamos una y otra vez ese rezo popular. Nos inculcan esa capacidad de transformar el dolor en sabiduría, la envidia en compasión y la angustia en esperanza. Lo jodido es cuando lo tomamos a pecho, como se dice comúnmente: “cuando te comes la pastillita”. Este es mi caso, yo creí que podía hacer que el pasto creciera, que podía hacer que lloviera y que parara de llover, creí que podía comer sin que la comida se depositar en mis muslos, creí que podía levantarme de una reunión de trabajo e irme sin pedir permiso, creí que podía mandar a la reconstitución a quien me faltara el respeto, creí que con un chasquido de mis dedos estaba al otro lado del mundo, creí que mirando fijo a un perro podía hacer que dejara de ladrar, creí que podía hacer que un bonsái creciera, que tocando en la frente a un ciego este viera, creí que podía lograr que un rengo corriera, creí que podía curar la culebrilla, que podía hablar en mandarin, que podía comunicarme con seres extraterrestres, creí que podía tener de mascota un delfín, que podía jugar profesionalmente al tenis, que podía hacer que mi pelo creciera en tiempo record sin aplicarme extensiones, creí que podía levitar, que podía leer en latín, creí que podía volar, creí que si quería podía bailar en el Colón, creí que podía prender la hornalla con solo mirarla, que podía dejar de tener frío con sólo repetir dos veces “qué calor, qué calor”, tantas cosas me creí.