Ofrecí hacerle un giro, una primera entrega por Abitab. La excusa, salir de ahí, escapar. Para ella era como un freelo, salvo que en esta ocasión no tenía que pasar horas frente al monitor. Llegó por mí en el móvil 1467 con cero fichas, tenía un pasamontañas azul, lleno de pelotitas, una pollera de jean, un bolsito cruzado y una pistola de agua en la mano. Entro con paso firme, expreso al fondo donde la aguardaba mirando fijo la pantalla para no levantar sospechas. La esperaba con ansias como una niña espera a su madre a la salida del cole.
Me había asegurado de llenar la botella con agua, porque tenía el recuerdo que en su refrigerador solo había cervecita, unos tappers con restos de comida casera y manzanas de varios días.
Al verla pasar Oma, le dijo “hola caro” y siguió de largo, preocupada por conseguir unos silbatos para
Subimos al taxi que para ese entonces tenía 73 fichas, y fuimos rumbo a Melrose. Como era de esperar, no había agua. Respire profundo estaba afuera, en un ambiente sano y puro. Tenía ganas de llamar a Nico para contarle que estaba bien pero Caro se había tomado a pecho su rol de secuestradora. Y empezó con que teníamos que mandar alguna señal como para que nos creyeran. Miro mis manos, tomo un cuchillo Tramontina de mango de madera y sierrita, y dijo: “hay que sacrificar un dedo, una falange o dos para mandar como prueba de tu retención. pero bueno... una cosita de nada, en las películas siempre lo hacen”. Una gota de sudor, mejor dicho una catarata, de agua empezó a correr por mi frente. Me estaba por desmayar cuando me acordé de los cuida coches. Le dije: “Agarremos a un cuidacoches por todas las radios que nos han robado y todas las monedas que nos han despreciado”. Afortunadamente le pareció buena idea.
Estábamos desplegando el nylon de tres metros para no ensuciar la casa cuando sonó el timbre, era Silvia, su madre. Por la rendija de la puerta se colaba el perfume de los canelones de verdura, los niños envueltos y los repollitos de Bruselas que traía en los tappers. Me mandó para arriba, rogándome que no estornudara y pidiéndome que esperara que su madre se retirara. La pucha, que estaba fría esa buhardilla, no había siquiera una estufita a cuarzo. Después de dar vuelta todas las cajas que aún permanecían desempacadas, encontré una mantita probablemente tomada de un vuelo de Iberia, Madrid Barcelona o Madrid-Montevideo. Gracias la astucia, la picardía, criolla me salvé de agarrarme una neumonía.
Llegada la media noche y tras unos gritos bajé sigilosamente, temía que aún estuviera Silvia. Para mi sorpresa Caro estaba sola, hablaba por teléfono fuertemente y con tono bastante agallegado, como cuando discute, escuchaba que decía: “Pero David, no seas hijo de puta es tu directora creativa!”, del otro lado solo se escuchaba tu tu tuuuuuu. Enfurecida veía que discaba y ahora decía: “Pero señora es su hija” y la respuesta era otra vez tu tuuuuuuuuuuuuuuuuuuu. Discaba de nuevo y decía: “pero no seas hijo de tu madre es tu mujer!” y una vez más la respuesta era tu tuuuuuuuuuu. Con razón no me había avisado que su madre se había ido. Creo que llego la hora de irme. En cuanto pueda, le giro el resto de la plata. Le dejé una nota que decía: “Gracias”.