viernes, 23 de mayo de 2008

Los problemas afuera

Llegué a casa a las 19:15hs., me paré sobre el felpudo que reza “Sweet Home”, frente a la puerta de entrada y empecé a sacudirme como perro mojado. El día anterior había prometido dejar los problemas fuera de casa. En cada movimiento se desprendían las discusiones de ese día, la falta de respeto por mi trabajo, las inseguridades de mi jefe, mis propias inseguridades, la falta de competencia de algunos compañeros, mi insoportable exigencia, las cadenas de mails en las cuales me incluía mi jefe sin saber por qué, las horas que había mirado fijo el monitor buscando una respuesta, pensando qué hacía en ese lugar, los malentendidos con mi madre, las ganas de sacudir a más de un cristiano, mis caras de indignación por el diseño mal logrado o la orden de trabajo que los cuentas irrespetuosamente insistían en llamarlas “brief”. La densidad de la realidad, esa eterna sensación de pérdida de tiempo con la que vivía. Me sacudí más fuerte, había algo que me decía que aún quedaban rastros de ese día en mi cuerpo o tal vez en mi alma. Capaz que esas ganas de llorar, esa impotencia por no poder dejar los problemas de ese lado de la puerta. Tenía las llaves en la mano. Comenzaba a hacer frío, seguía sin poder entrar.